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18 de agosto de 2016

Cuando habíamos vagado

     Tanto andamos desde aquel arroyo hacia la colina que nuestras piernas flaqueaban despavoridas. La grava a cada paso se volvía más y más intangible pero caminábamos anhelantes. Flotábamos ante aquel magnífico ocaso y vimos, de repente, cómo esos pasos ascendentes tornaban el suelo en un gigante vacío de fondo infinito tan hermoso. Quizá, pensamos, las tierras y las aguas sí son nuestras.